lunes, 5 de septiembre de 2011

Viajar con mi padre

Viajar con mi padre, es decir, que mi padre me preguntara si quería irme de viaje con él, que mi padre me propusiera que le acompañara en algún viaje, significaba mucho para mi; significaba ser aceptado a un nivel diferente de la vida diaria, significaba un extra de confianza hacia mi que seguro iba a corresponder, una oportunidad de demostrar que se podía contar conmigo. Viajar con mi padre, era algo especial para mi. Antes de partir yo ya estaba seguro que no importa por lo que tuviera que pasar, no importa a la hora que tuviera que despertarme, no importa las horas de coche que tuviéramos que hacer, no importa lo que tuviera que recuperar de tareas del colegio, no importa los ratos que tuviera que esperar a la puerta de un cliente, no importa qué y dónde comiéramos, estaba seguro que no le iba a defraudar con mi comportamiento porque ya sabía perfectamente que tenía que portarme “de categoría” para así poder repetir en alguna otra ocasión. Aquellos viajes con mi padre, mano a mano, son inolvidables. Reforzaban en mi el sentido de la responsabilidad, de la colaboración, del respeto. Significaba vivir aventuras nuevas fuera de mi mundo usual. Significaba un extra de experiencia en la vida. Significaba compartir unos momentos, unas horas, unos días de complicidad con la persona que no solo era mi padre, sino también mi héroe y mi “Dios”. Viajar con mi padre, era algo especial para mi.

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