domingo, 25 de septiembre de 2011

Puerta a puerta

Uno en esta vida tiene que hacer de todo. Esto no es malo sino todo lo contrario, aporta un sin fin de experiencias en relaciones humanas … y a veces no tan humanas. Tratar de vender un producto industrial puerta a puerta (de empresas) no es tarea sencilla, y por lo general, tampoco muy satisfactoria. Aún así, peor es cuando se trata de un producto no industrial y puerta a puerta de casas particulares, no de empresas. Siempre he defendido el respeto hacia todo vendedor que trata de ganarse la vida, incluso me armo de paciencia y trato de respetar al teléfono al vendedor que antes de que pronuncie la segunda palabra, ya reconoces que está leyendo un papelito con el texto comercial preparado y solo lo “vomitan” tal como lo leen. Pero la soberbia suele traer consigo malas pasadas... Siendo entre las 14h y 15h de un día cualquiera entre semana, cansado y hambriento (sin que estos factores atenuen mi falta), escuchaba cómo trataban de venderle a mi madre (creo que) cierta colección de libros a la puerta de su casa; los vendedores, en pareja, insistían en entrar para explicarle mejor (siempre hablando con respeto) y mi madre a su vez insistía en que lo sentía mucho pero no era la mejor hora para ella (de hecho y aunque ella no lo dijera, era la peor hora del dia para ella). Sin conocer realmente la profundidad de la conversación, cometí varios errores fundamentales. El primero, meterme en la conversación; el segundo y mucho más grave, hacerlo de manera poco educada y sin respetar a las personas (directamente a los vendedores e indirectamente a mi madre). Allí acabó la charla y todo intento de una solución racional. Ultra-alterado (por mi mismo, porque ellos no alzaron la voz ni ofendieron con sus palabras en ningún momento) me auto-aparté de la situación, y posiblemente por cargo de conciencia, commence a reflexionar sobre lo que había ocurrido, y me percaté de mi falta de respeto cometida hacia aquellas personas. Cuando mi madre cerró la puerta le pedí disculpas y al saber que iba a volver a ver a esas personas a la tarde o al día siguiente, le pedí que les dijera que “su hijo el mal-educado, les pide perdón por su irracional actitud, no importa lo cansado y alterado que uno se encuentre, todos somos personas y nos debemos respeto, respeto que él no ha tenido con ustedes y por ello se disculpa”. Es curioso como uno predica y predica (en el trabajo, en casa, con los hijos, con los amigos…) pero que facilmente uno se olvida de lo fundamental … el ejemplo.

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