lunes, 19 de septiembre de 2011

El saltamontes de Barajas

Andaba la familia Tribulete (madre, padre, hijo e hija), que en todas partes se mete, en proceso de vuelta de uno de sus viajes (incluyendo avión, metro, coche…), cuando habiendo llegado a la estación de metro de Barajas, al salir del vagón en el que estaban, allí solitario y desesperadamente chocando contra la pared del andén una y otra vez, hijo e hija encontraron un saltamontes (nota para los que ya han superado los cuarenta con creces… no, esto no tiene nada que ver con Carradine y Kung-Fú). Suerte que el pequeño saltamontes (otra vez … no, no se trata de la serie de kung-fú) no cambiaba el sentido de sus saltitos hacia las vías, o mucho me temo que habría acabado sus días muy pronto por ese camino. Pero no, parecía dispuesto a atravesar aquella pared, si o si. Sin embargo, por mucho que se esforzaba, la pared, obviamente, no sufría ni el más mínimo desperfecto. Hija e hijo al unísono abogaron en favor del pequeño saltamontes. Madre y padre, a pesar de ser ambos amantes de la Naturaleza, dudo que se les hubiera ocurrido entretenerse (más aún cargados como iban … bien cargados con todo el equipaje) a salvar la vida de aquel saltarín. En realidad, quién se iría a parar y preocupar por aquel “bicho”? Si no moría de cansancio de tanto luchar contra la pared, moriría chafado por algún zapato, o aplastado por el metro si intentaba la huída deseperada a lo largo de las vías. Decenas y decenas de pasajeros habían pasado por allí sin tan si quiera percatarse de su presencia; cientos y cientos pasarían a lo largo del día pensando que tenían muchas otras cosas mucho más importantes que hacer ese día, que salvar a un saltamontes en la estación de metro de Barajas. Seguramente hasta alguno pensaría que dejándolo allí libraría al mundo de una plaga. Pero entonces ocurrió. El padre siguió adelante cargado como una mula, mientras la madre, hija, e hijo en misión saltamontil, rescataban con extrema suavidad para no causarle el menor rasguño, al pequeño saltamontes. Cuando el padre, ya fuera de la estación, vió llegar al resto de la familia con el saltamontes protegido por sus manos, quedó impregnado de cierto orgullo familiar. Los tres miembros de la familia que habían salvado al insecto, lo dejaron libre en el jardincito de la salida de la boca de metro de la estación de Barajas. Casi se mascó la tragedia cuando al soltar al pequeño saltamontes, en el primer paso en retirada de uno de los hijos de la familia, casi acaba el saltamontes en la suela de la zapatilla, pero habría sido injusto después de todo el esfuerzo, y por suerte no fue así. La familia prosiguió su camino sin saber el destino que le esparaba al pequeño saltamontes (Carradine no!) … si decidió adentrarse hacia la zona ajardinada seguida de zona de solar, seguramente viviría … si por el contrario decidió saltar en dirección opuesta en busca de placeres desconocidos, seguramente acabaría “calcamoniado” en la rueda de un coche.

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