domingo, 6 de marzo de 2011

Con dos porterias!

Es curioso cómo cambian los tiempos (todo aquello que tanto te decían tus padres y no creías, y ahora no solo lo crees sino que lo vives y lo sufres). Pero más curioso es que, generación tras generación, no parece que aprendamos mucho para mejorar. Trataré de poner un ejemplo. Vivo en una zona apartada de la población, más bien diría apartada de la civilización, donde hay muchas casitas, y cada una tiene un pequeña parcela de jardín. Cerca de casa hay un campo de fútbol para uso de cualquiera; no está cerrado, y bueno, aunque no es un campo de cesped, que es más bien un patatal, tiene dos porterías. En mis tiempos, encontrar un campo de fútbol con dos porterías era inimaginable. Jugábamos en el solar que más o menos nos permitía caer y seguir corriendo, y colocábamos dos piedras simulando las metas. Pero este campo, este campo del que hablo, tiene dos porterías reglamentarias. Y qué hace mi generación por mantener este campo? Llevar los perros a defecar allí … o como diría mi hijo, llevar los perros a defecar, es decir a cagar, allí. Allí, donde no solo se juega (se jugaba) al fútbol, sino donde se vuelan (volaban) los cachirulos en Pascua, se salta (saltaba) a la cuerda, se juega (jugaba) con la arenilla a dibujar cosas o simplemente a hacer una montaña, allí donde se va (iba) en bicicleta, se llevan (llevaban) los coches tele-dirigidos a correr, etc… allí donde los más pequeños, y los más grandes, lo pasan (pasaban) de maravilla. Ahora no es un campo de fútbol, ni tan solo un patatal como comentaba antes (ojalá), ahora es un campo … de mierda (y perdón por la palabra). Y qué hacen las autoridades locales por mantener este campo? Pipi-can. Así le han puesto de nombre. Detrás de una de las porterías, han habilitado un área en forma de cuadrado, solo abierta por el lado que da al campo de fútbol, para que los dueños de los perros (que son, al fín y al cabo, los que deben tratar de que sus canes no ensucien) lleven allí a sus hermosas criaturas (que nadie niega que lo sean) a hacer sus necesidades intestinales. Así que entre que nosotros estamos por educar, y que nos hacen un “pipi-can” abierto a una fabulosa extension de terreno con dos porterías (que ningun dueño de perro sabe para que estarán más que para que sus canes tengan un lugar donde levantar la pata), dejamos sueltos a nuestros queridos animales (perdón de nuevo, los animales somos nosotros) para que hagan sus necesidades. Me parece indignante. Ya lo es el hecho del pipi-can – lo correcto es que cada cual recoja lo suyo y se lo lleve a la basura, como hacen mis vecinas de una generación mayor que yo, cada vez que sacan a pasear a sus perritos, y además con sus correas, como debe ser – porque uno no se puede ni imaginar la de heces que se acumulan (hecho que uno tiene oportunidad de observar si osa jugar a la pelota en el campo de mier… digo fútbol, cuando marca gol en aquella portería (sin redes) y el balón no puede más que ir a parar a dicho lugar), pero además y más aún, el que nosotros soltemos a los perros en este lugar, no haya o haya niños jugando, juntándose incluso varios (perros) al mismo tiempo. Y diles algo (no a los perros, que alguno obedece, sino a los dueños). No hay manera que lo entiendan o lo quieran entender. Al final, lo civilizado acaba por perder la razón (en todos los sentidos). Apenas acuden ya niños a jugar a dicho campo. Haría falta limpiarlo de cacas de perro todas las mañanas para poder practicar cualquier deporte o jugar a algo allí. Cada vez que paso y lo veo, me avergüenzo de mi mismo, de mi generación, de las personas. Y … con dos porterías!

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