domingo, 9 de enero de 2011

Que dé comienzo la función!!

El otro dia no recuerdo qué trataban de adivinar mis hijos sobre mi, pero mi mujer les iba dando pistas del tipo “eso que os hace papá …”, “qué le gusta hacer a papá?” … No pensar mal por favor. En fin que no recuerdo cual era la respuesta correcta, pero se me quedó grabada la respuesta de mi hija. Mi hijo, iba diciendo alguna que otra cosa diferente, más o menos acertada, pero mi hija por muchas pistas que le diera mi mujer, siempre respondía los mismo…”tonterías” o “hacer el tonto” … Si, me pregunté si estaba siendo un buen padre y sobre todo un buen ejemplo para mis hijos, en especial para mi hija, que solo me veía como un “payaso”. Aunque la verdad, si no fuera porque me lo dijo mi hija, me habría gustado oir que se me da bien hacer de “payaso”, siempre fue una profesión que admiré muchísimo y si no fuera porque por un lado, le tengo un poco de respeto a los escenarios y a la gente, y por otro lado, no tuve la oportunidad de crecer en un ambiente circense o similar, inclinado hacia tal oficio, quizá me habría dedicado a ello en profundidad. Creo que no hay nada como hacer reir a la gente, no solo a los niños sino también a los adultos. La risa me parece un “invento” maravilloso, capaz de curar muchas penas y dolores. Al mismo tiempo pienso que es un trabajo muy dificil, no importa como te sientas en cada momento, cada función tienes que dar lo mejor de ti para hacer reir a los demás, aunque tú tengas ganas de llorar. Y no es nada fácil hacer reir a la gente, porque cada uno somos como somos, además de edad, sexo, religión, ideologia, etc. Yo confieso que disfruto con las actuaciones cómicas de los payasos. Aprovechando las fechas en que estamos, estuve en el circo con mis hijos. Vimos actuaciones circenses bastante tradicionales y bien trabajadas, en las que los peques se quedaron boquiabiertos en más de una ocasión, pero la actuación que más disfrutaron con diferencia, fue una de las varias veces que salieron los payasos clásicos realizando una puesta en escena también clásica de los payasos, de las que nunca fallan. Es indescriptible la forma en que se reían sin parar, y daba gusto verlos por supuesto, aunque en algún momento me pregunté si les iba a “dar algo” de tanta risa. Solo por ese “ratico” ya valió la pena haber ido. Hace muchos, muchos, muchos años, ví una película cuyo nombre no recuerdo, sobre un hombre, director de cine en el papel de la película, que quería hacer un metraje sobre la gente sin hogar y como vivían (o mejor dicho, malvivían). Así que no se le ocurre otra cosa que la magnífica idea de convertirse en uno de ellos por un dia; de ese modo conocería de primera mano todos los detalles que los personajes de su película requerirían. Bien, así lo hace, ni corto ni perezoso cambia sus ropas por las de la primera persona que encuentra en la calle, y se “viste” de hombre sin hogar. Se junta con otros y toma buena nota de todo lo que puede. Esta tan metido en su papel que lo toman por un verdadero hombre de la calle. Hasta el punto que cuando se dice a sí mismo, hasta aquí es suficiente, es demasiado tarde y nadie le cree. Está lejos de casa, tiene hambre, sueño, está agotado, desesperado. Llega un momento en que tiene que delinquir para sobrevivir, y es arrestado por la policia. Nadie cree su historia y es llevado a la prisión. Lo que en principio era un juego para él, se ha convertido en una pesadilla. En un momento determinado llega la hora del cine en la cárcel. Nuestro hombre se sienta junto a todos los presos, como uno más, en los bancos de una sala abarrotada de gente. Comienza la película. Se trata de un corto de Mickey Mouse en blanco y negro. Nuestro hombre hace un gesto y mueca de desaprobación, como diciendo “por favor, esto es cine?”, como esperando otra cosa, como esperando algo más. Pero a los pocos segundos de comenzar la proyección, se lleva una de las mayores sorpresas de su vida. Absolutamente toda la sala (excepto él) empieza a reir a carcajadas ante las aventuras de Mickey. Nuestro hombre mira a su derecha, mira a su izquierda, delante de él, detrás… y todo el mundo ríe como el niño que fue antaño. Nuestro hombre entiende que es el único momento feliz de los presos, que ese “ratico” de risas para ellos es lo que les sigue dando vida. Y nuestro hombre empieza a reir también. Y ríe. Y cada vez más fuerte, con más ganas, hasta reir descontroladamente. Entonces comprende que su película jamás tratará temas tristes sino todo lo contrario, se dedicará en cuerpo y alma a realizar comedias, a hacer reir a la gente, para disfrute de esos inolvidables “raticos”. Que dé comienzo la función !!!

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